Apóstoles del Espíritu Santo

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Santa Elena Guerra

Procedente de una familia adinerada, Elena nace en Lucca, Italia, el 23 de junio de 1835. Desde que era una niña, estudió la Palabra de Dios y a la Patrística, colaborando en diferentes actividades apostólicas junto a los pobres.
En abril de 1870, realiza una peregrinación pascual a la ciudad de Roma, junto a su padre don Antonio Guerra, la cuál le hace vivir una experiencia profunda en Dios al visitar las catacumbas donde están enterrados los mártires, despertándose en ella el deseo de una vida enteramente consagrada al Señor. Después de hacer una visita al Papa Pío IX, toma la decisión de ofrecer su vida por el buen éxito del pontificado de dicho Papa.

  En 1882 funda la Congregación de las Hermanas de Santa Zita para la educación de la juventud, teniendo como su alumna más aventajada a la joven Gema Galgani.​

 Hacia el año 1886 advirtió el primer llamamiento interior para trabajar promoviendo el culto  al Espíritu Santo. Algunas experiencias místicas como locuciones y llamadas interiores, colocaron en su corazón una acentuada inquietud en la relación de la Iglesia a la devoción y al culto a la persona del Espíritu Santo. Escribió varias veces al Papa León XIII para exhortarlo e invitar a los fieles a descubrir la vida en el Espíritu Santo. 

 El 17 de abril de 1895, Elena envía al Papa León XIII, por medio del Padre Bertini, prior de Santa María del Pueblo, su primera carta, donde manifiesta su agonía por la poca atención dada por la Iglesia a la persona del Espíritu Santo. 

En un pasaje, dice así:

“Santo Padre, el mundo es perverso, el espíritu de Satanás triunfa en nuestra sociedad pervertida y arranca del Corazón de Jesús una multitud de almas; y en este terrible estado de cosas los cristianos no dedican ningún pensamiento a dirigir súplicas unánimes a Aquel que puede ‘renovar la faz de la tierra’... Las personas recomiendan todo tipo de devociones, pero mantienen silencio sobre esa única devoción que, según el Espíritu  Santo de la Iglesia, debería ser la primera y principal. 

Las personas recitan tantas novenas, pero esa única novena, que por mandato de Nuestro Salvador en persona, fue recitada incluso por la Santísima María y por todos los Apóstoles, está ahora casi olvidada. Los predicadores  alaban a todos los santos, pero ¿Cuándo escuchamos alguna vez un sermón en honor del Espíritu Santo, Aquel que modela a los santos? … Por lo tanto, oh Santo Padre, sólo usted puede hacer que los cristianos vuelvan al Espíritu Santo, de modo que el Espíritu Santo pueda volver a nosotros; derrote el reino maligno del diablo, y concédanos la largamente ansiada renovación de la faz de la tierra”

En el periodo de correspondencia de estas cartas  , el Papa León XIII destina a la Iglesia 3 documentos sobre ese asunto relacionado al culto al Espíritu Santo: 1º El Rescripto “Provida Matris Charitate” del 5 de mayo de 1895, donde invitaba a los fieles a invocar al Espíritu Santo, recomendando hacer una novena en ocasión de Pentecostés; 2º La primera encíclica sobre el Espíritu Santo, “Divinum illud munus” del 9 de mayo de 1897 ; 3º La Carta a los Obispos, “Ad fovendum in cristiano populo”, en que refuerza las recomendaciones anteriores.

Por su parte, Elena escribe diversos libros sobre el asunto, y envía al Papa León XIII una Novena de Pentecostés de su autoría, titulada “El Nuevo Cenáculo”. Tanto hizo por la devoción al Espíritu Santo  que consagró su vida por el triunfo del Espíritu    Santo. El 18 de octubre de 1897 fue recibida por el Papa en una audiencia especial, recibiendo de él un gran estímulo para continuar en su apostolado por causa del Espíritu Santo. En esa ocasión, también la autorizó a dar a las religiosas de su Congregación el nombre de Oblatas del Espíritu Santo, identificándolas así, de modo más adecuado, al carisma que le es propio en la Iglesia.
Después de algunos años, grandes sufrimientos se presentan en la vida de la madre fundadora. Fue depuesta de su autoridad por  conspiración de algunas personas de su congregación. Por imposición de la autoridad eclesial local, tuvo que renunciar  públicamente al cargo de Superiora de la Congregación por difamaciones. Vivió los últimos 7 años de su vida aislada de las actividades de la congragación y de la compañía de sus hijas. Después de su muerte, se reveló la tremenda injusticia cometida    contra la superiora y fueron presentadas diversas reparaciones. No en vano, esos 7 años sin salir de su habitación le sirvieron para profundizar y escribir sus pensamientos y conocimientos más extensos sobre el Espíritu Santo.

El Cardenal Lorenzelli, después de la muerte de la beata exclamó:

 “Encontramos oro donde creíamos que había basura, y basura donde creíamos que había oro…”

El Papa León XIII, en la Celebración Eucarística que marcaba el paso del siglo XIX al siglo XX, entonó Veni Creator Spiritus     y consagró el siglo XX a la persona del Espíritu Santo, motivado por la Beata Elena Guerra.

Elena falleció en Lucca el 11 de abril de 1914,el mismo día que años atrás había fallecido su alumna Santa Gema, después del medio       día, de rodillas en el suelo de su celda, frente a la Iglesia de San Freudiano, mientras tocaban las campanas anunciando la Eucaristía,  pronunciando sus últimas palabras. Creo en Dios Padre, Creo en Dios Hijo y Creo en Dios Espíritu Santo.

El 26 de abril de 1959, Juan XXIII la declara Beata y la bautizan como Apóstol del Espíritu Santo .

El 20 de Octubre de 2024, es canonizada por el Papa Francisco.

 

 

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